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marzo 20, 2009

Interrupción

Paz
Tranquilidad
Un momento conmigo misma
Era todo lo que deseaba. Una mísera noche para reencontrarme con mi esencia perdida hace siglos. Había esperado demasiadas horas para poder disfrutar de este instante. Respiré profundo, abrí los brazos y me dejé llevar por mis pensamientos. Recorrí semanas de palabras perdidas y de ideas rotas. Nadé en un mar de preocupaciones y fui arrastrada por una fuerte corriente de vanalidades.
Justo cuando me sentía en mi propia cúspide, ama y señora de toda actividad neuronal, irrumpió en el cuarto aquel sonido. Era más que molesto, estridente diría. Recordé que era viernes por la noche. Viernes social, viernes del trago. Noche de bachata, mujeres y ron para mis bien amados vecinos. Dentro de mí solo hubo silencio. Todo se apagó. Como si mi alma tratara de buscar refugio ante el mundano bullicio que la rodeaba.

Escuché caer la primera gota. Luego vino la segunda.
Después vinieron mil más. Así comenzó el aguacero.
Pasos.
Gritos.
Lluvia.
Y otra vez el silencio.
El cielo había obrado un milagro. El estruendo había parado. La música de amargue ya no torturaba mis oídos. Solo se escuchaban densas gotas golpear el suelo y una que otra voz a lo lejos. Respiré profundo por segunda vez y retomé mi tarea.

Paz
Tranquilidad
Un momento conmigo misma.
Estaba tan concentrada que no me percaté del momento exacto en el que el volumen de la música fue subiendo de nuevo. Ya no sonaban las tristes notas de la bachata aquella. Ahora era una salsa timbalera demasiado movida como para quedarse quieto. Comenzó el baile y el griterío que este trae. Desistí y abrazada a la almohada me acosté en la cama.

Al son de aquella salsa me quedé dormida. Dormida con la esperanza de tener por lo menos en sueños aquel momento en soledad que la rutina me había robado.

1 comentarios:

Rafael Ant. Fernández dijo...

Vamos a ver la luna cuando haya para escapar de tus todos mundanos

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